miércoles, 28 de octubre de 2009

El estalllido de la Revolución Francesa

LA REVOLUCIóN POPULAR (Julio de 1789)
"A principios de 1789 la Revolución se lograba en el plano jurídico. La soberanía nacional había sustituido en el plano jurídico al absolutismo real gracias a la alianza de los diputados del Tercer Estado, los representantes del bajo clero y la fracción liberal de la nobleza. El pueblo no había entrado aún en el juego político. Ante las amenazas de la reacción, su intervención permitió a la revolución burguesa ganar definitivamente. El recurso al ejército, tanto a la realeza como a la nobleza, era la única solución posible. La misma víspera del día en que se ordena a los órdenes privilegiados que se uniesen a la Asamblea Nacional, Luis XVI decidió reunir en torno a París y a Versalles 20.000 soldados. La intención de la Corte era disolver la Asamblea.
La actitud de las masas populares desde el mes de mayo había sido vigilante. El país
seguía los acontecimientos de Versalles. Los diputados se ocupaban regularmente de sus electores, teniéndoles al corriente de los hechos políticos. La burguesía continuaba dirigiendo el juego. En París, los 407 electores que habían nombrado los diputados se reunieron el 25 de junio para formar una especie de municipalidad oficiosa en Ruán y en Lyon, las antiguas municipalidades desamparadas asimilaban a electores y notables. El poder local pasaba a manos de la burguesía. Cuando el recurso a la violencia por parte de la Corte fue un hecho, una parte al menos de la alta burguesía contribuyó a organizar la resistencia. Movilizó para sus fines políticos la pequeña burguesía de artesanos y comerciantes, tan numerosa en París que proporcionó durante todo el período revolucionario los dirigentes de los motines; los jornaleros y los obreros les siguieron. La convocatoria de los Estados generales había promovido en esas masas una inmensa esperanza de regeneración, y los aristócratas impedían esta renovación. La oposición de la nobleza a la duplicación del Tercer Estado, después al voto por cabeza, había enraizado la idea de que los nobles defenderían porfiadamente sus privilegios. Así se formó la idea de un complot aristocrático. De la manera más natural, el pueblo pretendía actuar contra los enemigos de la nación antes que los propios aristócratas atacasen.
La crisis económica contribuyó a esta movilización de masas. La cosecha de 1788 fue
especialmente mala. A partir del mes de agosto empezó el alza de precio del pan. Necker ordenó compras en el extranjero. En las regiones de viñedos, los cultivadores se veían mucho más afectados por la carestía del pan, y a partir de 1788 se produjo una crisis muydura. El vino había descendido de precio, llegando a ser ínfimo. La mala cosecha y la depreciación producían los mismos efectos: el poder adquisitivo de las masas disminuía.
La crisis agrícola repercutía a su vez en la producción industrial, ya amenazada por las consecuencias del tratado comercial de 1786. El paro se acentuó en el momento en que la vida encarecía. Los obreros no podían obtener aumentos de salario, ya que la
producción estaba detenida o en regresión. En 1789, un obrero parisiense ganaba de 30 a 40 céntimos. En julio el pan costaba 4 céntimos la libra. En provincias, hasta 8 céntimos.
El pueblo hacía responsable del hambre a los diezmos, a los señores que percibían los
réditos en especie y a los negociantes que especulaban con los granos. Reclamaba la
requisa y la tasa de los productos. Los problemas producidos por el hambre y la carestía,ya numerosos desde la primavera de 1789, se multiplicaron en julio, cuando la crisis, en las vísperas de la recolección, llegó al máximo." Albert Soboul

La filosofia de la Ilustración

" LA FILOSOFÍA DE LA BURGUESÍA
El fundamento económico de la sociedad se modificaba; las ideologías cambiaban al
mismo tiempo. Los orígenes intelectuales de la Revolución hay que buscarlos en la
filosofía que la burguesía había elaborado desde el siglo XVII. Herederos del pensamiento de Descartes, que enseñó la posibilidad de dominar la naturaleza por la ciencia, los filósofos del siglo XVIII expusieron con brillantez los principios de un orden nuevo.
Opuesto al ideal autoritario y ascético de la Iglesia y del Estado del siglo XVII, el
movimiento filosófico ejerció sobre la inteligencia francesa una acción profunda,
despertando, primero, y desarrollando después su espíritu crítico, proporcionándole ideas nuevas. La Ilustración sustituyó en todos los dominios con el principio de la razón, al de autoridad y tradición, bien se tratase de ciencia, de creencia, de moral o de organización política y social.
“Filosofar, dice Mme. de Lambert (1647-1733), es devolver a la razón toda su dignidad y hacerla entrar en sus derechos, es restituir cada cosa a sus propios principios y sacudir el yugo de la opinión y de la autoridad”.

L’ Esprit des lois, de Montesquieu, en la que los Parlamentos y los privilegiados toman sus argumentos contra el despotismo; obra filosófica, hostil al clero, a veces a la propia religión, pero conservadora en política. En la segunda mitad del siglo estas dos corrientes subsistieron, aunque aparecen nuevas ideas más democráticas, más igualitarias. Del problema político del Gobierno, los filósofos pasaron al problema social de la propiedad.
Los fisiócratas, aunque con espíritu conservador, contribuyeron a esta nueva orientación del pensamiento del siglo, planteando el problema económico. Si Voltaire, jefe incontrolado del movimiento filosófico de 1750 y hasta su muerte, pretendía hacer reformas en el cuadro de la monarquía absoluta y dar el gobierno a la burguesía acomodada, Rousseau, que había salido del pueblo, expresó el ideal político y social de la pequeña burguesía y del artesanado." Albert Soboul

Condiciones sociales en francia hacia fines del siglo XVIII

Las condiciones de existencia de las clases populares urbanas se agravaron en el siglo XVIII. El aumento de la población en las ciudades y la subida de los precios contribuyó al desequilibrio de los salarios con relación al coste de vida. Hubo en la segunda mitad del siglo una tendencia a la depauperación de las clases asalariadas. Para la artesanía, las condiciones de vida de los oficiales no se diferencian demasiado de las de los patronos;eran simplemente inferiores. La jornada de trabajo era, en general, desde el alba a la noche. En Versalles, en multitud de talleres, el trabajo duraba, durante el buen tiempo,desde las cuatro de la mañana hasta las ocho de la noche. En París, en la mayoría de los oficios, se trabajaba dieciséis horas; los encuadernadores e impresores, cuya jornada no
pasaba de catorce horas, estaban considerados como privilegiados.
El trabajo, es cierto,era menos intenso que ahora, con un ritmo más lento; las fiestas religiosas, en las que no se trabajaba, eran relativamente numerosas.
El problema esencial de la clase popular era el del salario y su poder adquisitivo. Las desigualdades de la subida de precios alcanzaban de muy diversas maneras a las clases de la población, según estuviese constituido su presupuesto. Los cereales aumentaban más que todo lo demás; el pueblo fue quien más padeció, debido al aumento de población, sobre todo en las categorías sociales inferiores, y a la importancia del pan en la alimentación del pueblo.
Para fijar un índice del coste de vida del pueblo es necesario determinar, aproximadamente, la proporción entre las diversas categorías de gastos; para
el siglo XVIII, E. Labrousse atribuye al pan la mitad de la renta popular (como mínimo); un 16 por 100, a las legumbres, al tocino y al vino; un 15 por 100, al vestido; un 5 por 100, a la calefacción; un 1 por 100, al alumbrado."...
Pero la reivindicación esencial del pueblo estaba en el pan. Lo que en 1788-1789 hizo a las masas populares extraordinariamente sensibles en el plano político fue la gravedad dela crisis económica, que hacía su existencia cada vez más difícil. En la mayoría de las ciudades, los motines de 1789 tenían como origen la miseria. Su primer resultado fue la disminución del precio del pan. Las crisis en la Francia del Antiguo Régimen eran esencialmente agrícolas; se producían, generalmente, por una sucesión de cosechas mediocres o claramente deficientes; los cereales padecían entonces una subida considerable. Muchos campesinos, pequeños productores o no, tenían que comprar sus granos: su poder adquisitivo disminuía; la crisis agrícola repercutía sobre la producción industrial. En 1788, la crisis agrícola fue la más violenta de todo el siglo; en el invierno apareció la penuria; la mendicidad, debida al paro, se multiplicó; estos desocupados hambrientos constituyeron uno de los elementos de las masas revolucionarias."
Albert Soboul
DOCUMENTO 4: EL TRABAJO DE LOS NIÑOS:
"En 1832, Elizabeth Bentley, que por entonces tenía 23 años, testificó ante un comité parlamentario inglés sobre su niñez en una fábrica de lino. Había comenzado a la edad de 6 años, trabajando desde las seis de la mañana hasta las siete de la tarde en temporada baja y de cinco de la mañana a nueve de la noche durante los seis meses de mayor actividad en la fábrica. Tenía un descanso de 40 minutos a mediodía, y ese era el único de la jornada. Trabajaba retirando de la máquina las bobinas llenas y reemplazándolas por otras vacías. Si se quedaba atrás, "era golpeada con una correa" y aseguró que siempre le pegaban a la que terminaba en último lugar. A los diez años la trasladaron al taller de cardado, donde el encargado usaba correas y cadenas para pegar a las niñas con el fin de que estuvieran atentas a su trabajo. Le preguntaron ¿se llegaba a pegar a las niñas tanto para dejarles marcas en la piel?, y ella contestó "Sí, muchas veces se les hacían marcas negras, pero sus padres no se atrevían a ir a al encargado, por miedo a perder su trabajo". El trabajo en el taller de cardado le descoyuntó los huesos de los brazos y se quedó "considerablemente deformada... a consecuencias de este trabajo."

DOCUMENTO 2: LA PASARELA DE LA MISERIA
Me situé en la calle Oxford de Manchester y observé a los obreros en el momento en que abandonaban las fábricas, a las 12 en punto. Los niños, tenían casi todos, mal aspecto, eran pequeños, enfermizos; iban descalzos y mal vestidos. Muchos no aparentaban tener más de 7 años. Los hombres de 16 a 24 en general, ninguno de ellos de edad avanzada, estaban casi tan pálidos y delgados como los niños. Las mujeres eran las que tenían apariencia más respetable, pero entre ellas no vi ninguna que tuviera un aspecto lozano o bello. . Vi, o creí ver una estirpe degenerada, seres humanaos mal desarrollados y debilitados, hombres y mujeres que no llegarían a viejos, niños que jamás serían adultos saludables. Era un triste espectáculo.

Turner Thakrah: Informe del médico, 1831 En: Jiménez, Historia Universal, Edit. Santillana, Santiago 1996,pag 270.

Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano 1789

2. Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano.

“Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, para que esta declaración, constantemente presente a todos los miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; para que los actos del poder legislativo y los del poder ejecutivo, pudiendo en cada instante ser comparados con el objetivo de toda institución política, sean más respetados; para que las reclamaciones de los ciudadanos, fundadas desde ahora sobre principios simples e indiscutibles, redunden siempre en el mantenimiento de la Constitución y en la felicidad de todos. En consecuencia, la Asamblea Nacional reconoce y declara, en presencia y bajo los auspicios del ser Supremo, los siguientes derechos del hombre y del ciudadano:Artículo 1. Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales no pueden fundarse más que sobre la utilidad común.
Artículo 2. El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Artículo 3. El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo ni individuo puede ejercer autoridad que no emane expresamente de ella.
Artículo 4. La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no dañe a un tercero; por tanto, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene otros límites que los que aseguren a los demás miembros de la sociedad el disfrute de estos mismos derechos. Estos límites no pueden ser determinados más que por la ley.
Artículo 5. La ley no tiene derecho de prohibir más que las acciones nocivas a la sociedad. Todo lo que no está prohibido por la ley, no puede ser impedido, y nadie puede ser obligado a hacer lo que ella no ordena.
Artículo 6. La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen derecho a contribuir personalmente, o por medio de sus representantes, a su formación. La ley debe ser idéntica para todos, tanto para proteger como para castigar. Siendo todos los ciudadanos iguales ante sus ojos, son igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según su capacidad, y sin otra distinción que la de sus virtudes y talentos.
Artículo 7. Ningún hombre puede ser acusado, arrestado ni detenido, si no es en los casos determinados por la ley, y según las formas por ella prescritas. Los que solicitan, expiden, ejecutan o hacen ejecutar órdenes arbitrarias deben ser castigados, pero todo ciudadano llamado o designado en virtud de la ley, debe obedecer en el acto: su resistencia le hace culpable.
Artículo 8. La ley no debe establecer más que penas estrictas y evidentemente necesarias, y nadie puede ser castigado sino que en virtud de una ley establecida y promulgada con anterioridad al delito y legalmente aplicada.
Artículo 9. Todo hombre ha de ser considerado inocente mientras no sea declarado culpable, y si se juzga indispensable el detenerlo, todo rigor que no fuere necesario para asegurarse de su persona será severamente reprimido por la ley,
Artículo 10. Nadie debe ser molestado por sus opiniones, incluso religiosas, con tal de que su manifestación no altere el orden público establecido por la ley.
Artículo 11. La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los más valiosos derechos del hombre. Todo ciudadano puede pues hablar, escribir, imprimir libremente, salva la obligación de responder del abuso de esta libertad en los casos fijados por la ley.
Artículo 12. La garantía de los Derechos del Hombre y del Ciudadano necesita de una fuerza pública; esta fuerza queda instituida para el bien común y no para utilidad particular de aquellos a quienes está confiada.
Artículo 13. Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, es indispensable una contribución común. Esta contribución debe ser repartida por igual entre todos los ciudadanos, según sus facultades.
Artículo 14. Todos los ciudadanos tienen el derecho de comprobar por sí mismos o por sus representantes la necesidad de la contribución pública, de consentirla libremente, de vigilar su empleo y de determinar su cuantía, su asiente, cobro y duración.
Artículo 15. La sociedad tiene el derecho de pedir cuentas de su administración, a todo agente público.
Artículo 16. Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación de los poderes determinada, no tiene Constitución.
Artículo 17. Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado de ella, si no es en los casos en que la necesidad pública, legalmente comprobada, lo exija evidentemente, y bajo la condición de una indemnización justa.

(Asamblea Nacional Constituyente de Francia, 26 de agosto 1789)”.

Revolución Francesa

Lee atentamente el texto y responde:
“La entrada de las masas urbanas y campesinas en el proceso revolucionario, movilizadas por sus propios intereses, hizo imposible que en Francia los burgueses lograran el establecimiento de la monarquía constitucional a través de un acuerdo pacífico con la nobleza,...”

a) ¿Cuáles fueron los acontecimientos que indican la “entrada de las masas” en el proceso revolucionario? Indica cuáles fueron sus resultados

b) ¿En cuál de los proceso revolucionario si se logró el acuerdo?

nuevas ideas

Escrito de Historia

1)-Lee atentamente los documentos y responde:
a) (…) siempre que cierto número de hombres se unen en sociedad renunciando cada uno de ellos al poder de ejecutar la ley natural, cediéndolo a la comunidad,…se constituye una sociedad civil. Ese hecho se produce siempre que cierto número de hombres que vivían en el estado de naturaleza se asocian para formar un pueblo, un cuerpo político, sometidos a un gobierno supremo, o cuando alguien se adhiere y se incorpora a cualquier gobierno ya constituido. Por ese hecho autoriza a la sociedad o, lo que es lo mismo, a su poder legislativo, para hacer las leyes un su nombre según convenga al bien público o de la sociedad…”
b) “Pero como en todo Estado hay siempre personas distinguidas por su nacimiento, riquezas y honores, que si estuviesen confundidas con el pueblo, y sólo tuviesen un voto como los demás, considerarían a la libertad como una esclavitud,…, porque la mayor parte de las resoluciones obrarían en su perjuicio,…hay necesidad de que estás tomen una parte en la legislación…y de que formen por lo tanto un cuerpo que tenga el derecho de reprimir los atentados del pueblo…”

1) Compara las similitudes y diferencias entre ambas afirmaciones.
2) ¿Cuál es el organismo del gobierno que constituye la formación de una sociedad civil y que funciones cumple?
3) Según los documentos que sistema de gobierno es el ideal para cumplir con el respeto a los derechos naturales del hombre.

2) Analiza las diferencias y similitudes entre la fisiocracia y el liberalismo económico del siglo XVIII.

Justificaciones ideológicas del absolutismo

Con la consolidación de los estados modernos, y la desaparición de los distintos reinos feudales de la Edad media, que habían originado la fragmentación del poder entre numerosos señores feudales, surgió un régimen político caracterizado por la concentración del poder en la persona del rey, donde los poderes no están separados, para su control, sino, por el contrario, unidos para robustecer la capacidad de mando del monarca, que puede de ese modo, elaborar las leyes, aplicarlas, administrar el estado, y ejercer el poder militar.
Esta forma de gobierno encontró sustento en las ideas de Bodin en el siglo XVI y Bossuet o Hobbes en el siglo XVII.
El francés Jean Bodin (1530-1596) escribió numerosas obras, como por ejemplo “Seis libros de la república”, donde expresa “el soberano no tiene que rendir cuentas sino a Dios”.
Thomas Hobbes, filósofo inglés (1588-1679), vivió en una época conflictiva por los enfrentamientos entre los partidarios del absolutismo monárquico y los parlamentarios que querían un rey con poderes limitados por un Parlamento. Su teoría del Estado fue producto de la búsqueda de un estado más pacífico y seguro, y la elaboró durante su exilio en París. Su máxima obra, fue “Leviatán” (1651), donde parte de la existencia de un estado de naturaleza, anterior a la existencia misma del estado.
Para Hobbes, los primeros hombres que vivían libres sin autoridad ni leyes, lo hacían en un estado de guerra permanente para lograr su subsistencia. Según sus palabras “el hombre es un lobo para el hombre”. Para garantizar la seguridad y el bienestar de todos, los hombres renunciaron a todos sus derechos, salvo el de la vida, por un pacto irrevocable, para que el Estado les garantice a todos que vivirán en paz. Así nació para este autor el estado absolutista, que es para él el único posible. Puede observarse que para Hobbes son los propios hombres, mediante un contrato quienes le otorgan al monarca el poder absoluto, y no hace provenir esta autoridad de Dios, como Bodin.
El francés Jacques Bossuet (1627-1704) se mostró partidario del absolutismo con las siguientes características: la monarquía debía ser sagrada, absoluta, paternal y sometida a la razón”. El único límite a la autoridad del rey lo halla en la ley divina.
El origen de tan inmenso poder, en la mayoría de los pensadores, salvo Hobbes, estaba en Dios, teoría que se veía sustentada, además, por el antiguo Derecho Romano. La divinidad se lo había concedido para que pudieran gobernar libremente y sin ataduras, que en la práctica significaba que debían ejercer su autoridad sólo sujeta a los mandatos de la ley divina, lo que los obligaba a ser justos y dignos de tan gran privilegio. Sólo algunos monarcas lo fueron.

aporte de los lectores

« La anarquía económica de la sociedad capitalista, tal como existe hoy, es, según mi opinión, la fuente de todos los males ».
Albert Einstein

miércoles, 21 de octubre de 2009

enlace. revolución rusa

http://www.banderanegra.canadianwebs.com/revolucion.htm

sábado, 17 de octubre de 2009

viernes, 16 de octubre de 2009

Historia, absolutismo y estado moderno ANTONIO LORCA SIERO

Si queremos entrar en las causas de la crisis del Estado de Derecho hay que remontarse a sus orígenes, siguiendo su progresivo desarrollo, para aproximarnos a su comprensión y tratar de adelantar posibles soluciones, y si esto no es posible, al menos constatar lo que no marcha debidamente, por dis-cordancia, al margen de la razón pura, entre la razón práctica y la razón histórica. Remontándonos al inicio de la andadura del Estado de Derecho, ya se puede apreciar una razón determinante de la crisis posterior, y no es otra que la incapacidad de la burguesía para realizar su proyecto inicial de la libertad^, igualdad y fraternidad. Porque cegada por su egoísmo y su afán de acaparamiento de capital, desprovista de la ética que hacía de la consecución de capital una profesión, perdido aquel inicial espíritu del capitalismo®, acabó alejándose del desarrollo práctico del modelo racional ideado por una intelectualidad utilizada —al igual que el pueblo— como elemento de tensón frente al sistema anterior en beneficio del poder capitalista. Y así, frente a la libertad colocó lo que llamó orden estatal, destinado a ahogar las iniciativas que surgen al amparo de la libertad y fuera de la ortodoxia oficial, dejándola como símbolo, y sólo realidad para su clase; sobre la igualdad situó los privilegios, falseando de esta manera la legalidad que propugnaba el Estado de Derecho(6); la fraternidad simplemente la ignoró.
Nacido el Estado de Derecho en buena parte de las naciones europeas culturalmente avanzadas a finales del XVIII o entrado el XIX, desde sus comienzos actuó respondiendo a las exigencias del nuevo capitalismo. Buscando fórmulas políticas se puso en marcha el coherente sistema de división de las distintas funciones estatales, resucitándose la teoría clásica de las tres partes del Estado(7), adecuada a las circunstancias de la nueva época por un noble ilustrado(8), que demandaba para su clase algo más de pro-tagonismo frente al poder absprbente del absolutismo —aunque éste lo fuera en teoría-—. La división de poderes, una ficción política que fragmenta la titularidad de las tres funciones del Estado, asignándolas a organizaciones diferentes, evitando con ello que un solo órgano controle íntegramente el poder, es una cuestión de simple lógica; puesto que si toda la potestad que la función comporta es asumida por un solo funcionario —que además es dueño y señor único al encontrarse en la cima de la organización estatal— fácil era intuir que acabaría estableciendo su ley convirtiendo a la sociedad en objeto de sus deseos por la fuerza. Como se trataba de un ser humano, aún en la cúspide del poder, pese a que le permitiera imponer su voluntad, siempre estaría manejado por los grupos de intereses y los que indirectamente dominarían serían éstos, bajo la soberana protección que, sin duda a efectos legitimadores, invocaría alguna doctrina. Esta es la panorámica aparente de la teoría, la real es que las funciones claves del Estado absolutista se repartan entre todos los grupos de nobles y no unos pocos que controlan al rey.
«De otro lado, el ahora es
tan fugaz que todo es
historia, la existencia del
hombre realmente sólo es
posible entenderla en tales
términos, porque sujetar el
presente es una labor tan
baldía como tratar de coger
el agua entre las manos; sólo
es posible retenerlo atándolo a una fotografía.»
Antes del advenimiento del Estado de Derecho, la conquista del poder pasaba por acceder al restringido grupo oligárquico que manejaba la voluntad y la decisión real. La clase nobiliaria lógicamente estaba representada en esa
minoría selecta(9), pero su cupo era tan reducido en relación con ella misma y sobre todo con respecto al tercer estado que se exigía una ampliación. A la vez, puesto que quien realmente ejerce el poder no es el monarca absoluto sino la oligarquía arropada tras el sistema absolutista, se imponía un cambio en la práctica política para desposeerla del excesivo poder formal, que, aunque propio de toda organización en decadencia, mantenía su vigencia. Se exigía a los dirigentes de la sociedad estamental adecuar su ya insostenible poderío al incipiente cambio ideológico que empieza a percibirse en la sociedad por el empuje de la burguesía, que acomete la tarea de ilustrarse e ilustrar al pueblo, que ve como aliado, acudiendo a las luces de una intelectualidad a la que se le ofrece la oportunidad de desarrollarse a su amparo, sobre todo por la menguante opresión absolutista, consecuencia del agotamiento del sistema.
Cuando Montesquieu desempolva la idea de la división de poderes de Aristóteles(10), no piensa en otra cosa que en el reparto del poder acumulado por la oligarquía para que en él participen un mayor número de nobles, dejando al pueblo lo que se considera meramente poder residual, e incluso se llegue a recordar al rey su papel de figurante en la comedia del Estado —no obstante, por si acaso, tira la piedra y esconde la mano, ocultando tras el anonimato la pluma que vuelve a sacar a la luz lo que no es sino un ejercicio de lógica política impuesta por las circunstancias del poder—. Lejos estaba de su intención aportar ideas a las masas —aunque se considere a Montesquieu colaborador de la ilustración—, para que se atrevieran a cuestionar el sistema de poder —pero resultaba que se las daba a la burguesía—; bastaba con que el rey con sus favoritos más o menos competentes —porque una inteligencia mínima aprende pronto el juego del poder—, ordenaran el gobierno, dejando el proceso cuasi científico de elaborar la ley a un cuerpo limitado de especialistas no comprometidos directamente con la tarea de gobernar, para que así las leyes consiguieran un mínimo de digni-dad y calidad jurídica que los encargados de la gobernabilidad eran incapaces de imprimirlas. Volvemos a reiterar la lógica, pero si antes era un ejercicio de lógica política, ahora lo es de lógica jurídica.
Quedaba la función de juzgar, innoble, más decadente que la propia política, pero que, aunque función represiva de los gobernantes, se veía como una actividad menor, siempre dominada por el ejecutivo y arropada bajo la solemnidad del rey; no obstante, aunque requería cierto grado de preparación técnica, se asigna al pueblo —lo que demuestra que lo jurídico en el sistema estamental no goza de la consideración nobiliaria—. Montesquieu se enfrenta al absolutismo y a la oligarquía por la vía de la lógica político-jurídica, aunque sin perder de vista los intereses de clase. Es decir, que frente a la arbi-trariedad y la sinrazón —ya que todo lo que va contra la conciencia social lo es—, se reclama un ápice de racionalidad.
«Curiosamente una disciplina como la historia,
que parte del puro estaticismo como elemento
de investigación, nos
permite adelantar muchas
veces la dinámica, ya que
existen elementos lógicos,
para, en base a su pasado y
las circunstancias de
presente, adelantar la
posterior actuación
siguiendo una razón
práctica, que en su
desarrollo desplegará la
razón histórica.»
Invocando el espíritu de las leyes, se ha contribuido a des-pertar a las conciencias y permitido el retorno al Dere-cho(11) sujeto a la lógica social, con lo que empieza a cuestionarse seriamente el sistema de los reyes de derecho divino(12). Rousseau, Diderot, D'Alambert,
Voltaire, entre otros, propugnan la ley social como exclusiva, a ella deben sujetarse todos los hombres, a la vez que se refuerzan con-ceptos que adquieren inusitada virulencia, la libertad, la igualdad, luego, la fraternidad; de aquella imagen del hombre en estado de guerra(13), al que la autoridad necesita poner orden para que con ella reine la paz y la seguridad en el Estado, se pasa al hombre social, consciente de sus limitaciones personales, obviables mediante el acuerdo de voluntades, y que respeta a los demás hombres porque es la manera de que le respeten a él y de conseguir su libertad. Cuando el empe-cinamiento del rey —alentado sobre todo por la oligarquía nobiliaria y clerical que quieren mantener sus privilegios feudales— le lleva a perder el trono y la cabeza, permite pensar que el sistema cristiano-monárquico-nobiliario es inservible, la sociedad le ha perdido el respeto a Dios y a sus representantes; la nueva vía de dominación social ya no pasa por la simple irracionalidad reverencial asentada en el temor, sino que acude al Derecho —aunque en sus primeros tiempos no esté exenta de terror— como emanación de esa conciencia social que no puede ser dominada por la voluntad de un farsante, con su corte de seguidores, que dice contar con el apoyo divino. Tras el absolutismo se pondrá fin al sistema de estamentos, y el capitalismo progresista —hay en esta fase del capitalismo algunos elementos de la burguesía alta que simplemente aspiran a aliarse o a fusionarse con la nobleza(14)— que toma el relevo ha aprendido la lección histórica, y acude al Derecho como ente de ordenación social, como instrumento de dominación y legitimación.
Tan pronto como la identificación Estadomonarca se desmorona, hay que replantear el ejercicio
del poder de gobierno que implícitamente reconoce la sociedad. Si como se planteaba desde los tiempos de la incipiente organización social, no era bueno que una persona asumiera el gobierno —aunque en la práctica se impusiera lo contrario— ahora, con un mayor desarrollo, se reforzaban las tres funciones básicas que intelectualmente conlleva el Estado y se proyectan a través de la realización práctica del gobierno o acción de desarrollar la voluntad social. Pero en términos de dominación oligárquica, las cosas no cambian, porque unos pocos, al igual que antes con la sociedad estamental, serán los arbitros de la nueva situación. El Derecho ya no se manejará en interés del monarca como expresión de la voluntad divina, sino en nombre de la legalidad burguesa, que con cierta pretensión de pureza dirigente dejará las funciones del poder estatal a los especialistas jurídicos que harán las leyes; otros, los políticos profesionales, gobernarán lo que a partir de aquel momento se llama nación; quedaba la función ejecutiva de la justicia —que con el reforzamiento del Derecho toma preponderancia— o ejercicio práctico de la ley, encomendada a funcionarios especializados. Si antes era posible que el que hacía la ley juzgara la conformidad o disconformidad de la acción, ahora hay que apartarle de este cometido, porque de lo contrario el legislador acabaría siendo el único poder, teniendo en cuenta la preponderancia adquirida por la ley.
«Remontándonos al inicio
de la andadura del Estado
de Derecho, ya se puede
apreciar una razón
determinante de la crisis
posterior, y no es otra que la incapacidad de la burguesía para realizar su proyecto inicial de la libertad, igualdad y fraternidad.»
Asumen los creadores del Estado de Derecho no sólo el principio de sometimiento al imperio de la ley y, a veces, muy tímidamente, aspiran a la consecución de la justicia(15) —pese al argumento de que la ley del Estado siempre es justa—, pero sobre todo a la realización de los tres
principios básicos del liberalismo ilustrado —libertad, igualdad y fraternidad— a través de instrumentos institucionales que garantizan los derechos individuales, la división de poderes y la democracia(16). Estamos en el Estado de Derecho, donde todo se somete a la voluntad social en forma de ley(17), bajo los principios de justicia, racionalidad y bien común —entendido como el bien de la sociedad en general, sin que sea cobijo del de unos pocos—, pero en el hori zonte del Estado sometido al imperio del Derecho ya aparecen obstáculos difíciles de salvar; debe enfrentarse y contrarrestar el nefasto influjo de los intereses de las individualidades capitalistas, cuyas intenciones no son coincidentes con las del resto de la sociedad. Y así, producido el cambio, sólo se ocupará de realizar lo que conviene a sus intereses de clase, atendiendo a las demandas sociales cuando sea inevitable, siguiendo una peculiar filosofía de la apariencia.

Autor: Linch. Título: Revoluciones Hispanoamericanas.

Los orígenes de la nacionalidad Hispanoamericana.
El nuevo imperialismo.
A finales del siglo XVII se había emancipado de su dependencia inicial de España, la riqueza mineral era un
patrimonio decreciente, las sociedades americanas fueron adquiriendo identidad, desarrollando mas fuentes de
riqueza mejorando su economía de subsistencia.
Con motivo de las injusticias, escaceses y elevados precios por parte del sistema monopólico Español, las
colonias ampliaron el comercio entre ellas lo que genero un desarrollo vigoroso del comercio intercolonial;
acompañado de un cambio social, formándose una elite de terratenientes, que no tenía acceso al poder
político.
Este nuevo equilibrio fue notable por la disminución del tesoro que llegaba a España, ahora las colonias se
apropiaban de una mayor parte de su propio producto empleando su capital en su administración, defensa y
economía, desarrolandose su propia industria de astilleros en cuba, Cartagena y Guayaquil, adquiriendo una
autosuficiencia global en la defensa.
Así, la riqueza de México se sostenía mas a si mismo que a España, cuando se cerró el primer ciclo minero la
economía se reorientó hacia la agricultura y el ganado; aunque Perú no fue autosuficiente en manufacturas,
por lo demás no dependía de las importaciones de España. Cubriendo sus necesidades de consumo dentro de
América, particularmente con lo proveniente de México y Asia. Invirtiendo la mayor parte de su capital en si
mismo, enviando un mínimo porcentaje a España.
Los Hispanoamericanos tenían poca necesidad de independencia formal porque gozaban de una considerable
independencia de facto. Un siglo mas tarde la situación era diferente, el peso del imperialismo aumento como
resultado de la renovación del control imperial de 1765. Detener esta expansión de Hispanoamérica era el
objetivo del nuevo Imperialismo de Carlos III, la reforma colonial era parte de un proyecto mas grande en el
que intentaban recuperar a España del peso del pasado recuperando el poder y el prestigio.
En el curso de su reinado (1759−1788) dirigió a España a un renacer político, económico y cultural dejando
una nación mas poderosa que la que había encontrado. España estaba preocupada por el equilibrio del poder
colonial, por la penetración y expansión británica, después de un siglo de inercia, España volvió a tomar a
América en sus manos creando nuevos virreinatos y designando funcionarios, los intendentes que eran
instrumentos de control social; la corona quería gobernar América sin gastos.
Respuestas Americanas.
En un momento a principios del siglo XVII, periodo de gran crisis económica la corona dejó de pagar el
salario a sus principales funcionarios en América, en vez de pagarles permitió que comercien directamente
con los indios, ejerciendo un verdadero monopolio en su jurisdicción. Los mercaderes garantizaban a los
funcionarios salarios y gastos mientras que estos obligaban a los indios a aceptar adelantos de dinero y
equipos para extraer así productos, los que luego estos mercaderes exportarían o consumo, de esta manera
todos estos grupos se satisfacían.
Por otra parte la desventaja era que disminuía el control imperial sobre la política y los intereses locales
porque sus administradores dependían del comercio y no de un sueldo y los indios eran reducidos a una forma
de servidumbre de la que no podían escapar, lo que desencadenó en Perú la rebelión india de Tupac Amarú en
1780.
En interés de una administración. humana y racional se abolió este sistema por decreto en 1786, introduciendo
la paga a los funcionarios, esto fue en México, y también en Perú en 1784. El nuevo sistema también
garantizó a los indios el libre comercio con quienes quisieran.
En 1767 fueron expulsados los jesuitas que gozaban de un poder económico por sus propiedades y actividades
empresariales, aunque no se dio ninguna razón de esta, fue principalmente un ataque a la semi−independencia
de estos. La política Borbónica era la oposición a las corporaciones que gozaban de privilegios. Un ejemplo es
la Iglesia, sostenida por sus fueros y sus riquezas, uno de los objetivos de los reformadores borbónicos era la
disminución de la inmunidad de la iglesia y colocar el clero bajo jurisdicción de los tribunales seculares.
Aunque reaccionó enérgicamente, no se enfrento con los borbones, el bajo clero cuyo fuero era el único
patrimonio que poseían les fue enajenado para siempre.
Otro centro de poder era el ejercito pero la metrópoli procedió con mas cuidado, como España nunca tuvo
dinero para mantener tropas en América tuvo que depender de las milicias coloniales, las que a mediados del
siglo XVIII fueron reorganizadas y ampliadas. Pero además de querer erosionar a los extranjeros y destruir la
autosuficiencia de las colonias, se esforzaron en incrementar los ingresos, para lo que ampliaron el monopolio
estatal del tabaco y administraron directamente la acaballa (impuesto que aumentó de un 4 a un 6%) y lo
exigía rigurosamente, pero a partir de 1765 la resistencia a la tributación fue constante y hasta violenta, e
implacable la oposición del cabildo, donde se también impuso el control borbónico.
Esto generó una mejora en las finanzas de los cabildos pudiendo dirigir sus energías a las obras públicas y los
servicios, pero a pesar de las presiones por parte de los agentes que supervisaban a los cabildos, en 1790 en
una inesperada oposición los concejales comenzaron a exigir el derecho al cobro de impuestos y el control de
los gastos. Entre 1765y 1766 se abandonan las reglas seculares, bajan las tarifas y abolieron el monopolio de
Cádiz y Sevilla, abrieron libres comunicaciones entre los puertos de la península y el caribe y autorizaron el
comercio intercolonial, sumando el permiso para comerciar con colonias extranjeras desde 1795, ampliándose
así el comercio entre Hispanoamérica y Europa.
De igual manera, los Españoles mantenían el monopolio en la navegación y comercio transatlántico, pero el
libre comercio además tenía un defecto básico y era que no podía responder con rapidez a las demandas
externas. Se mantuvo subdesarrollado, con las importaciones abiertas pero con pocas exportaciones, los
mercados de Chile, Perú y el Río de la Plata estaban saturados causando la baja de precios para los
consumidores y arruinaba a los mercaderes locales.
El problema crucial era la desprotección de las colonias y la manufactura europea inundando todo y las
economías locales incapaces de absorberlas incrementando la producción y las exportaciones. Aunque
existían conflictos entre las colonias, también existía una clara idea universal, el deseo de que algún gobierno
cuidara los intereses de los Americanos, que se limitara a proteger la libertad y la propiedad.
La segunda conquista de América se vio reforzada por la importante cantidad de inmigrantes procedentes de
la península, que llegaban en busca de un nuevo mundo, entre 1780−1790 el nivel de inmigraciones fue cinco
veces superior al anterior. Así llegan a la argentina familias Alzaga, Anchorena, Martínez de Hoz, agentes de
conquista comercial y precursores de la oligarquía argentina. España no se fiaba de los americanos para los
cargos de responsabilidad política, pero gradualmente los americanos no solo empezaron a pedir mas cargos,
sino mas elevados en sus propio países, y la exclusión de los españoles.
La diferencia entre la primer conquista y la segunda era que la primera era la conquista de los indios y la
segunda, un intento de controlar a los criollos, la hostilidad de los americanos hacia los españoles tenía
matices raciales. Los mulatos y los indios eran considerados seres inferiores, la aristocracia de varios países
resistía en casos ferozmente el avance de la gente de color. Esta gente de color estaba condenada a ocuparse
de los servicios domésticos, trabajos de agricultura o bajos oficios.
En 1810, en una violenta revolución social en México, demostró a los criollos lo que ya sospechaban, que
eran ellos los guardianes del orden social y la herencia colonial.
El nacionalismo incipiente.
Las peticiones de cargos públicos y protección por parte de los criollos expresaban una conciencia de
identidad, que solo encontraría satisfacción en una independencia. El imperio estaba dividido, en virreinatos,
capitanías y audiencias, estas divisiones promovían un sentido de arraigo local, la dificultad de las
comunicaciones separaban aun mas las colonias, los borbones mejoraron caminos y comunicaciones además
de los servicios postales. Algunas colonias disponían de excedentes agrícolas y mineros para exportar a otras
y quebrantaron las barreras legales puestas al comercio intercolonial, luego con la abolición oficial el
imperialismo estimuló el comercio interamericano.
Los virreyes y otros funcionarios españoles o criollos asumieron la posición regionalista de su colonia y la
apoyaron contra sus rivales, Buenos Aires se convirtió en una especie de metrópolis que controlaba las
comunicaciones fluviales, canalizando el comercio hacia si misma, los americanos aprendieron que las
rivalidades intercoloniales eran consecuencia del dominio colonial y que necesitaban un control independiente
sobre su propio destino.
En 1771 el cabildo de México proclamo que los mexicanos tenían derecho exclusivo a ocupar cargos públicos
en su país, que tenían prioridad sobre los españoles.
La literatura que circulaba en Hispanoamérica, con relativa libertad, no significaba que quien poseía un libro
aceptaba sus ideas, a menudo los lectores americanos querían estar informados de lo que sucedía en el mundo,
aunque el gobierno español intentaba impedir que llegaran las noticias y la propaganda este impedimento fue
vulnerado por una invasión de literatura en España y América.
La encarnación de libertad y republicanismo de Estados Unidos colocó un poderoso ejemplo ante
Hispanoamérica, además el comercio era un canal no solo de mercaderías sino de libros e ideas. En el curso
del siglo XVIII comenzaron a redescubrir su tierra en una original literatura americana, entre los primeros
escritores encontramos a los jesuitas, anteriormente expulsados, que se convirtieron en los precursores
literarios de los americanos, escribían para desvanecer la ignorancia, y para destruir el mito de la inferioridad
y degeneración del hombre, describieron la naturaleza y la historia de sus países, riquezas y cualidades.
Clavijero, se encargo de resaltar las diferencias étnicas entre España y México, algunos escribían para el
extranjero y otros para sus compatriotas.
En 1808 España dejo a las colonias sin metrópoli, antes de la catástrofe final España sufrió dos décadas de
humillación nacional. Sorprendida por la revolución francesa e impotente ante el poder de Francia, España fue
cayendo en crisis. En marzo Francia ocupó Madrid, en mayo Napoleón proclamó a José Bonaparte rey de
España y de las Indias forzando abdicar a los anteriores. En España el pueblo comenzó a combatir por su
independencia y los liberales a preparar una constitución. Las cortes de Cádiz promulgaron la constitución de
1812 que declaraba a España y América una sola nación, que prometía una representación a los americanos,
pero desigual de España y aunque prometía reformas se les negaba la libertad de comercio. La conquista
francesa de España, el colapso de la España de los Borbones hicieron un daño profundo a las relaciones entre
España y América, por lo que los americanos tuvieron que preocuparse desde entonces por su propio destino,
tomando a partir de ese momento decisiones autónomas, cobrando impulso rápidamente la independencia.

programa 2DH Historia Plan 2006

Primera Parte: la transición del feudalismo al capitalismo.

1-El Mundo Moderno
De la crisis feudal del orden feudal en el siglo XIV a la recuperación económica y social
a)Los fundamentos del mundo moderno: los cambios en el pensamiento, las reformas religiosa y su papel en la construcción de la nueva moral racionalista
b)el Estado Absolutista en el Occidente Europeo: Características generales. Su estructura. Proceso de formación y desarrollo. Su relación con los distintos sectores de la sociedad. Polémica histórica.
c)La política económica del período: el mercantilismo y su papel en la transición.
d)La expansión europea: espacios comerciales y coloniales (tráfico esclavista). (Desde el comienzo del curso hasta 24 de abril)

2- Las Revoluciones Burguesas
a)Las transformaciones socio-económicas del siglo XVII y XVIII. Las innovaciones científicas y los cambios sociales e ideológicos.
b)Las Nuevas Ideas El pensamiento político y económico
c)La revolución Inglesa. Su importancia y análisis panorámico.(Parlamentarismo y Derechos Humanos)
d)La revolución Francesa: de los Estados generales a la formación del Imperio Napoleónico. Panorama general.
Diferentes tendencias y proyectos políticos. Las formaciones y organizaciones revolucionarias. Problematizar.
e)La revolución Industrial.
Cambios e innovaciones en la industria artesanal. La fábrica y las nuevas relaciones de trabajo. Áreas económicas en transformación, los transportes. Los cambios sociales.
El capitalismo concepto y caracterización. (Del 22 de abril al 20 de mayo)

3-La Revolución en América (proyectos revolucionarios e independencia)
a)La crisis del orden colonial: factores que promovieron la caída.
b)La formación de los Estados Unidos de América y su influencia en América Latina. (feudalismo)
c)El despertar de la revolución en el Río de la Plata: de las reformas borbónicas a la formación de la junta de Mayo de 1810.
d)Los diferentes proyectos que se originan: el centralismo porteño y el federalismo.
e)La creación de la Liga Federal. Características y contradicciones.
f)El papel de Artigas y los factores que contribuyen a la construcción del mito.
g)La dominación luso-brasileña y sus consecuencias. (del 26 de mayo al 26 junio)

Segunda parte: proceso de consolidación del sistema capitalista mundial

4-La reconstrucción de la hegemonía Europea.

a)Restauración y Revolución
El congreso de Viena: su plan político de restauración monárquica. El nuevo mapa europeo.
Liberalismo y nacionalismo concepto y breve referencia a las revoluciones liberales de 1820,30 y 48.
Sociedad e ideologías Socialismo concepto y caracterización. Utópicos, marxistas y anarquistas.
b)La era del Imperio en la segunda mitad del siglo XIX.
El desarrollo industrial y sus presiones. La concentración de capital y el desarrollo del capitalismo monopólico. La nueva organización del mercado mundial.
El movimiento obrero. Su organización y su papel en la construcción de la nueva sociedad.
Proceso de formación de los imperios. Formas de dominación y control. La formación del imperio británico. Justificaciones.
(Del 14 de julio a finos de agosto)


5-La América Mestiza en el Nuevo Orden Mundial.
Los cimientos de Estados Unidos como potencia: de la doctrina Monrroe al desarrollo económico e imperialista.
a)América Latina: características generales de la formación de las nuevas Repúblicas criollas.
b)Los modelos de integración económica al mercado mundial y sus conflictos regionales y el papel de las potencias Europeas: la Guerra del Paraguay.
c)La conformación del Uruguay: desde la Cisplatina a la Cruzada Libertadora a la Constitución de 1830: la independencia pactada y sus debilidades.
El país real: pastoril y caudillesco.
El proceso de formación del Estado Oriental: del surgimiento de las divisas a la formación del Ejército; la participación del Uruguay en la triple alianza y sus consecuencias.


d)El proceso de integración del Uruguay al sistema capitalista mundial: la
Modernización.
Bases ideológicas y políticas de proceso modernizador del Uruguay.
Principales transformaciones en la vida cotidiana promovidas por el proceso “civiliza torio” del Uruguay moderno. (Del 2 de septiembre al 8 de octubre)




Prof alejandro Hernández

jueves, 15 de octubre de 2009

Revolución Rusa. L.Trotski

PROLOGO

En los dos primeros meses del año 1917 reinaba todavía en Rusia la dinastía de los Romanov. Ocho meses después estaban ya en el timón los bolcheviques, un partido ignorado por casi todo el mundo a principios de año y cuyos jefes, en el momento mismo de subir al poder, se hallaban aún acusados de alta traición. La historia no registra otro cambio de frente tan radical, sobre todo si se tiene en cuenta que estamos ante una nación de ciento cincuenta millones de habitantes. Es evidente que los acontecimientos de 1917, sea cual fuere el juicio que merezcan, son dignos de ser investigados.

La historia de la revolución, como toda historia, debe, ante todo, relatar los hechos y su desarrollo. Mas esto no basta. Es menester que del relato se desprenda con claridad por qué las cosas sucedieron de ese modo y no de otro. Los sucesos históricos no pueden considerarse como una cadena de aventuras ocurridas al azar ni engarzarse en el hilo de una moral preconcebida, sino que deben someterse al criterio de las leyes que los gobiernan. El autor del presente libro entiende que su misión consiste precisamente en sacar a la luz esas leyes.

El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos.

Cuando en una sociedad estalla la revolución, luchan unas clases contra otras, y, sin embargo, es de una innegable evidencia que las modificaciones por las bases económicas de la sociedad y el sustrato social de las clases desde que comienza hasta que acaba no bastan, ni mucho menos, para explicar el curso de una revolución que en unos pocos meses derriba instituciones seculares y crea otras nuevas, para volver en seguida a derrumbarlas. La dinámica de los acontecimientos revolucionarios se halla directamente informada por los rápidos tensos y violentos cambios que sufre la sicología de las clases formadas antes de la revolución.

La sociedad no cambia nunca sus instituciones a medida que lo necesita, como un operario cambia sus herramientas. Por el contrario, acepta prácticamente como algo definitivo las instituciones a que se encuentra sometida. Pasan largos años durante los cuales la obra de crítica de la oposición no es más que una válvula de seguridad para dar salida al descontento de las masas y una condición que garantiza la estabilidad del régimen social dominante; es, por ejemplo, la significación que tiene hoy la oposición socialdemócrata en ciertos países. Han de sobrevenir condiciones completamente excepcionales, independientes de la voluntad de los hombres o de los partidos, para arrancar al descontento las cadenas del conservadurismo y llevar a las masas a la insurrección.

Por tanto, esos cambios rápidos que experimentan las ideas y el estado de espíritu de las masas en las épocas revolucionarias no son producto de la elasticidad y movilidad de la siquis humana, sino al revés, de su profundo conservadurismo. El rezagamiento crónico en que se hallan las ideas y relaciones humanas con respecto a las nuevas condiciones objetivas, hasta el momento mismo en que éstas se desploman catastróficamente, por decirlo así, sobre los hombres, es lo que en los períodos revolucionarios engendra ese movimiento exaltado de las ideas y las pasiones que a las mentalidades policiacas se les antoja fruto puro y simple de la actuación de los «demagogos». Las masas no van a la revolución con un plan preconcebido de la sociedad nueva, sino con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la sociedad vieja. Sólo el sector dirigente de cada clase tiene un programa político, programa que, sin embargo, necesita todavía ser sometido a la prueba de los acontecimientos y a la aprobación de las masas. El proceso político fundamental de una revolución consiste precisamente en que esa clase perciba los objetivos que se desprenden de la crisis social en que las masas se orientan de un modo activo por el método de las aproximaciones sucesivas. Las distintas etapas del proceso revolucionario, consolidadas pro el desplazamiento de unos partidos por otros cada vez más extremos, señalan la presión creciente de las masas hacia la izquierda, hasta que el impulso adquirido por el movimiento tropieza con obstáculos objetivos. Entonces comienza la reacción: decepción de ciertos sectores de la clase revolucionaria, difusión del indeferentismo y consiguiente consolidación de las posiciones adquiridas por las fuerzas contrarrevolucionarias. Tal es, al menos, el esquema de las revoluciones tradicionales.

Sólo estudiando los procesos políticos sobre las propias masas se alcanza a comprender el papel de los partidos y los caudillos que en modo alguno queremos negar. Son un elemento, si no independiente, sí muy importante, de este proceso. Sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la caldera ni el pistón, sino el vapor.

Son evidentes las dificultades con que tropieza quien quiere estudiar los cambios experimentados por la conciencia de las masas en épocas de revolución. Las clase oprimidas crean la historia en las fábricas, en los cuarteles, en los campos, en las calles de la ciudad. Mas no acostumbran a ponerla por escrito. Los períodos de tensión máxima de las pasiones sociales dejan, en general, poco margen par ala contemplación y el relato. Mientras dura la revolución, todas las musas, incluso esa musa plebeya del periodismo, tan robusta, lo pasan mal. A pesar de esto, la situación del historiador no es desesperada, ni mucho menos. Los apuntes escritos son incompletos, andan sueltos y desperdigados. Pero, puestos a la luz de los acontecimientos, estos testimonios fragmentarios permiten muchas veces adivinar la dirección y el ritmo del proceso histórico. Mal o bien, los partidos revolucionarios fundan su técnica en la observación de los cambios experimentados por la conciencia de las masas. La senda histórica del bolchevismo demuestra que esta observación, al menos en sus rasgos más salientes, es perfectamente factible. ¿Por qué lo accesible al político revolucionario en el torbellino de la lucha no ha de serlo también retrospectivamente al historiador?

Sin embargo, los procesos que se desarrollan en la conciencia de las masas no son nunca autóctonos ni independientes. Pese a los idealistas y a los eclécticos, la conciencia se halla determinada por la existencia. Los supuestos sobre los que surgen la Revolución de Febrero y su suplantación por la de Octubre tienen necesariamente que estar informados por las condiciones históricas en que se formó Rusia, por su economía, sus clases, su Estado, por las influencias ejercidas sobre ella por otros países. Y cuanto más enigmático nos parezca el hecho de que un país atrasado fuera el primero en exaltar al poder al proletariado, más tenemos que buscar la explicación de este hecho en las características de ese país, o sea en lo que le diferencia de los demás.

En los primeros capítulos del presente libro esbozamos rápidamente la evolución de la sociedad rusa y de sus fuerzas intrínsecas, acusando de este modo las peculiaridades históricas de Rusia y su peso específico. Confiamos en que el esquematismo de esas páginas no asustará al lector. Más adelante, conforme siga leyendo, verá a esas mismas fuerzas sociales vivir y actuar.

Este trabajo no está basado precisamente en los recuerdos personales de su autor. El hecho de que éste participara en los acontecimientos no le exime del deber de basar su estudio en documentos rigurosamente comprobados. El autor habla de sí mismo allí donde la marcha de los acontecimientos le obliga a hacerlo, pero siempre en tercera persona. Y no por razones de estilo simplemente, sino porque el tono subjetivo que en las autobiografías y en las memorias es inevitable sería inadmisible en un trabajo de índole histórica.

Sin embargo, la circunstancia de haber intervenido personalmente en la lucha permite al autor, naturalmente, penetrar mejor, no sólo en la sicología de las fuerzas actuantes, las individuales y las colectivas, sino también en la concatenación interna de los acontecimientos. Mas para que esta ventaja dé resultados positivos, precisa observar una condición, a saber: no fiarse a los datos de la propia memoria, y esto no sólo en los detalles, sino también en lo que respecta a los motivos y a los estados de espíritu. El autor cree haber guardado este requisito en cuanto de él dependía.

Todavía hemos de decir dos palabras acerca de la posición política del autor, que en función de historiador, sigue adoptando el mismo punto de vista que adoptaba en función de militante ante los acontecimientos que relata. El lector no está obligado, naturalmente, a compartir las opiniones políticas del autor, que éste, por su parte, no tiene tampoco por qué ocultar. Pero sí tiene derecho a exigir de un trabajo histórico que no sea precisamente la apología de una posición política determinada, sino una exposición, internamente razonada, del proceso real y verdadero de la revolución. Un trabajo histórico sólo cumple del todo con su misión cuando en sus páginas los acontecimientos se desarrollan con toda su forzosa naturalidad.

¿Mas tiene esto algo que ver con la que llaman «imparcialidad» histórica? Nadie nos ha explicado todavía claramente en qué consiste esa imparcialidad. El tan citado dicho de Clemenceau de que las revoluciones hay que tomarlas o desecharlas en bloc es, en el mejor de los casos, un ingenioso subterfugio: ¿cómo es posible abrazar o repudiar como un todo orgánico aquello que tiene su esencia en la escisión? Ese aforismo se lo dicta a Clemenceau, por una parte, la perplejidad producida en éste por el excesivo arrojo de sus antepasados, y, por otra, la confusión en que se halla el descendiente ante sus sombras.

Uno de los historiadores reaccionarios, y, por tanto, más de moda en la Francia contemporánea, L. Madelein, que ha calumniado con palabras tan elegantes a la Gran Revolución, que vale tanto como decir a la progenitora de la nación francesa, afirma que «el historiador debe colocarse en lo alto de las murallas de la ciudad sitiada, abrazando con su mirada a sitiados y sitiadores»; es, según él, la única manera de conseguir una «justicia conmutativa». Sin embargo, los trabajos de este historiador demuestran que si él se subió a lo alto de las murallas que separan a los dos bandos, fue, pura y simplemente, para servir de espía a la reacción. Y menos mal que en este caso se trata de batallas pasadas, pues en épocas de revolución es un poco peligroso asomar la cabeza sobre las murallas. Claro está que, en los momentos peligrosos, estos sacerdotes de la «justicia conmutativa» suelen quedarse sentados en casa esperando a ver de qué parte se inclina la victoria.

El lector serio y dotado de espíritu crítico no necesita de esa solapada imparcialidad que le brinda la copa de la conciliación llena de posos de veneno reaccionario, sino de la metódica escrupulosidad que va a buscar en los hechos honradamente investigados, apoyo manifiesto para sus simpatías o antipatías disfrazadas, a la contrastación de sus nexos reales, al descubrimiento de las leyes por que se rigen. Ésta es la única objetividad histórica que cabe, y con ella basta, pues se halla contrastada y confirmada, no por las buenas intenciones del historiador de que él mismo responde, sino por las leyes que rigen el proceso histórico y que él se limita a revelar.

Para escribir este libro nos han servido de fuentes numerosas publicaciones periódicas, diarios y revistas, memorias, actas y otros materiales, en parte manuscritos y, principalmente, los trabajos editados por el Instituto para la Historia de la Revolución en Moscú y Leningrado. Nos ha parecido superfluo indicar en el texto las diversas fuentes, ya que con ello no haríamos más que estorbar la lectura. Entre las antologías de trabajos históricos hemos manejado my en particular los dos tomos de los Apuntes para la Historia de la Revolución de Octubre (Moscú-Leningrado, 1927). Escritos por distintos autores, los trabajos monográficos que forman estos dos tomos no tienen todos el mismo valor, pero contienen, desde luego, abundante material de hechos.

Cronológicamente nos guiamos en todas las fechas por el viejo calendario, rezagado en trece fechas, como se sabe, respecto al que regía en el resto del mundo y hoy rige también en los Soviets. El autor no tenía más remedio que atenerse al calendario que estaba en vigor durante la revolución. Ningún trabajo le hubiera costado, naturalmente, trasponer las fechas según el cómputo moderno. Pero esta operación, eliminando unas dificultades, habría creado otras de más monta. El derrumbamiento de la monarquía pasó a la historia con el nombre de Revolución de Febrero. Sin embargo, computando la fecha por el calendario occidental, ocurrió en marzo. La manifestación armada que se organizó contra la política imperialista del gobierno provisional figura en la historia con el nombre de «jornadas de abril», siendo así que, según el cómputo europeo, tuvo lugar en mayo. Sin detenernos en otros acontecimientos y fechas intermedios, haremos notar, finalmente, que la Revolución de Octubre se produjo, según el calendario europeo, en noviembre. Como vemos, ni el propio calendario se puede librar del sello que estampan en él los acontecimientos de la Historia, y al historiador no le es dado corregir las fechas históricas con ayuda de simples operaciones aritméticas. Tenga en cuenta el lector que antes de derrocar el calendario bizantino, la revolución hubo de derrocar las instituciones que a él se aferraban.

L. TROTSKI
1. Los niveles de vida durante la Revolución Industrial

Ningún historiador niega que la Revolución Industrial elevara a la larga los niveles de vida de los trabajadores. La población obrera y campesina de los países que se industrializaron consumía más a fines del siglo XIX que en el siglo XVIII. Tenía una mayor esperanza de vida y también había logrado una mejor educación y sanidad. Sin embargo, un tema muy debatido por los historiadores es si esa elevación del bienestar se dio o no durante las primeras décadas de la Revolución Industrial. Dos tendencias han surgido en relación con este tema: la «pesimista» y la «optimista». Los historiadores pesimistas sostienen que los trabajadores disminuyeron su nivel de vida durante los primeros tiempos de la Revolución Industrial. Afirman que los salarios bajaron. Que las condiciones de trabajo en las fábricas eran más penosas que en los talleres artesanales o en el campo. Que en las fábricas trabajaban 14 o 15 horas diarias mujeres y niños de corta edad. Que las ciudades eran insalubres y la población de los barrios obreros vivía hacinada en sus hogares. La escuela pesimista sostiene, pues, que el aumento de la renta nacional durante las primeras décadas de la industrialización benefició exclusivamente a los capitalistas y a las clases medias. La mayor riqueza se había concentrado de este modo en manos de una minoría de la población.

La tendencia optimista mantiene puntos de vista contrarios. Admitiendo que el nivel de vida de los trabajadores era muy bajo, algunos historiadores piensan que los salarios subieron. Que las condiciones de trabajo en las fábricas eran similares a las que antes existían en los talleres y hogares campesinos, donde también hombres, mujeres y niños trabajaban muchas horas. Que la mortalidad disminuyó en las ciudades pese a su insalubridad, lo que demostraría que la vida en el campo antes de la Revolución Industrial no era precisamente bucólica. La escuela optimista sostiene, pues que el aumento de la renta nacional durante las primeras décadas de la industrialización benefició a capitalistas y clases medias más que a trabajadores, pero que éstos también elevaron algo su nivel de vida.

El debate entre pesimistas y optimistas no ha concluido, porque es muy difícil medir el nivel de vida durante los inicios de la Revolución Industrial. La primera dificultad procede de la escasa información todavía disponible sobre la evolución de los salarios reales (...) Otras dificultades provienen de la escasa información existente sobre los precios o sobre los niveles de desempleo. Tampoco se sabe lo suficiente sobre las condiciones de trabajo en talleres artesanales y en hogares campesinos anteriores a la Revolución Industrial.

No se puede, por tanto, emitir un juicio definitivo sobre si esas condiciones fueron peores o similares en las fábricas. Aumentara o disminuyera el nivel de vida, lo cierto es que los trabajadores que vivieron la primera fase de la Revolución Industrial participaron muy escasamente del aumento del aumento de la riqueza. Sobre ellos recayó la peor parte de la industrialización: salarios de subsistencia, condiciones de trabajo a menudo inhumanas, mayor que otras clases sociales y ruptura de sus modos de vida tradicionales. Nada de esto puede negarse. Pero también es cierto que las clases trabajadoras de los países que se industrializaron lograron a la larga un nivel de vida muy superior al de las sociedades preindustriales. Este acceso a un mayor bienestar no fue sólo resultado del aumento de la productividad y de la riqueza, sino de una mejor distribución de la renta gracias a las conquistas sociales de los trabajadores.
Antonio Escudero, La Revolución Industrial, Editorial Anaya, Madrid 1988, páginas 102 a 105


2. Fragmento del relato de un obrero hecho ante una comisión de trabajo en las industrias, que se realizó en Inglaterra en el año 1832:

Tenía yo 7 años cundo empecé a hilar lana en una fábrica. La jornada de trabajo duraba desde las cinco de la mañana hasta las 8 de la noche, con un único descanso de treinta minutos a medio día para comer.

Teníamos que tomar la comida como pudiéramos, de pie o apoyados de cualquier manera. Así pues, a los siete años yo realizaba catorce horas y media de trabajo efectivo.

En aquella fábrica había alrededor de cincuenta niños, más o menos de mi edad, que con mucha frecuencia caían enfermos. Cada día había al menos media docena de ellos que estaban indispuestos por culpa del excesivo trabajo.

3. El aumento de la población.

Un tejedor manual muy bueno, de 25 a 30 años de edad, podría tejer por semana dos piezas de 9 octavos de tela de camisa, de 24 yardas de longitud cada una, y de una trama de 100 hilos por pulgada.

En 1823 un tejedor de 15 años que atendiera dos telares mecánicos, podría tejer 7 piezas semejantes en solo una semana.

En 1826, un tejedor de 15 años, al frente de dos telares mecánicos podría hilar por semana 12 piezas semejantes; y algunos podrían hacer hasta 15.

En 1833, un tejedor de 15 a 20 años, ayudado por una niña de 12 años, al frente de 4 telares mecánicos, podría hilar en una semana 18 piezas de este tipo; y algunos increíblemente pueden llegar hasta 20.
Fuente: Baines, Historia de la Manufactura de Gran Bretaña, 1835. Página 240.

4. La pasarela de la miseria

Me situé en la calle Oxford de Manchester y observé a los obreros en el momento en que abandonaban las fábricas, a las 12 en punto. Los niños tenían casi todos mal aspectos, eran pequeños, enfermizos; iban descalzos y mal vestidos. Muchos no aparentaban tener más de 7 años. Los hombres de 16 a 24 en general, ninguno de ellos de edad avanzada, estaban casi tan pálidos y delgados como los niños. Las mujeres eran las que tenían apariencia más respetable, pero entre ellas no vi ninguna que tuviera un aspecto lozano o bello. Vi, o creí ver una estirpe degenerada, seres humanaos mal desarrollados y debilitados, hombres y mujeres que no llegarían a viejos, niños que jamás serían adultos saludables. Era un triste espectáculo.
Fuente: Turner Thakrah: Informe del médico, 1831.

El trabajo de los niños.

"En 1832, Elizabeth Bentley, que por entonces tenía 23 años, testificó ante un comité parlamentario inglés sobre su niñez en una fábrica de lino. Había comenzado a la edad de 6 años, trabajando desde las seis de la mañana hasta las siete de la tarde en temporada baja y de cinco de la mañana a nueve de la noche durante los seis meses de mayor actividad en la fábrica. Tenía un descanso de 40 minutos a mediodía, y ese era el único de la jornada. Trabajaba retirando de la máquina las bobinas llenas y reemplazándolas por otras vacías. Si se quedaba atrás, "era golpeada con una correa" y aseguró que siempre le pegaban a la que terminaba en último lugar. A los diez años la trasladaron al taller de cardado, donde el encargado usaba correas y cadenas para pegar a las niñas con el fin de que estuvieran atentas a su trabajo. Le preguntaron ¿se llegaba a pegar a las niñas tanto para dejarles marcas en la piel?, Y ella contestó "Sí, muchas veces se les hacían marcas negras, pero sus padres no se atrevían a ir a al encargado, por miedo a perder su trabajo". El trabajo en el taller de cardado le descoyuntó los huesos de los brazos y se quedó "considerablemente deformada... a consecuencias de este trabajo".
Fuente: Bonnni Anderson, Historia de las mujeres: una historia propia, volumen 2, Editorial Crítica, Barcelona, 1991, Pág. 287- 288

Absolutismo

“El Absolutismo”



“La aparente paradoja del absolutismo en Occidente fue que representaba fundamentalmente un aparato para la protección de la propiedad y los privilegios aristocráticos, pero que, al mismo tiempo, los medios por los que se realizaba esta protección podían asegurar simultáneamente los intereses básicos de las nacientes clases mercantil y manufacturera. El Estado Absolutista centralizó cada vez más el poder político y se movilizó hacia sistemas legales más uniformes: las campañas de Richelieu contra los reductos de los hugonotes en Francia fueron característicos. El Estado absolutista suprimió un gran número de barreras comerciales internas y patrocinó aranceles exteriores contra los competidores extranjeros: las medidas de Pombal en el Portugal de la ilustración fueron un drástico ejemplo. Proporcionó al capital usurario inversiones lucrativas, aunque arriesgadas, en la hacienda pública: los banqueros de Augsburgo en el siglo XVI y los oligarcas genoveses del siglo XVII hicieron fortunas con sus préstamos al Estado español. Movilizó la propiedad rural por medio de la incautación de las tierras eclesiásticas: disolución de los monasterios en Inglaterra. Proporcionó sinecuras rentables en la burocracia: la Paulette en Francia reglamentaría su posesión estable. Patrocinó empresas coloniales y compañías comerciales: al mar Blanco, a las Antillas, A la bahía de Hudson, a Luisiana. En otras palabras, el Estado Absolutista realizó algunas funciones parciales en la acumulación originaria necesaria para el triunfo del modo de producción capitalista.”
Perry Anderson “El Estado Absolutista “Pág. 35-36


1) ¿Qué relación existió según el autor entre el Estado Absolutista con la aristocracia y la naciente burguesía?
2) ¿Qué papel jugó el Estado Absolutista en el proceso de formación del sistema capitalista?
3) Analice las diferencias entre la postura del autor y la visión tradicional de Crouzet.

justificaciones del imperialismo

Justificaciones del imperialismo.

"La colonización es la fuerza expansiva de un pueblo, es su potencia de reproducción, es su dilatación y su multiplicación a través del espacio, es la sumisión del universo o de una gran porte de él, a su lengua, a sus costumbres, a sus ideas y a sus leyes. Un pueblo que coloniza es un pueblo que pone los cimientos de su grandeza y de su supremacía futura (...). Desde el punto de vista moral e intelectual, este crecimiento del número de las fuerzas y de las inteligencias humanas modifica y diversifica la producción intelectual. ¿Quién puede negar que la literatura, las artes y las ciencias de una raza determinada al ser amplificados, adquieren un impulso que no se encuentra entre los pueblos de una naturaleza más pasiva y sedentaria?

Desde cualquier punto de vista que se adopte, sea que nos contentemos con la consideración de la prosperidad, de la autoridad y de la influencia política, sea que nos elevemos a la contemplación de la grandeza intelectual, he aquí el enunciado de una verdad indiscutible: el pueblo que coloniza más es el primer y mejor pueblo, y sin no lo es hoy, lo será mañana."
P. Leroy-Beaulieu, La colonización en los tiempos modernos, 1874.
La cuestión de los indígenas debe ser resuelta únicamente en el sentido de la evolución natural de la historia universal. Es decir, que la moralidad superior debe estar por encima de la civilización inferior. El Estado moderno, en tanto que potencia colonial, comete, de cara a sus ciudadanos, el mayor de los crímenes cuando, dejándose llevar e hipnotizar por confusas ideas humanitarias, trata bien a expensas de sus propios súbditos a las razas negras condenadas a desaparecer.

capitalismo

“El capitalismo contemporáneo nace y se desarrolla con la sociedad industrial. Tras una auténtica revolución en las técnicas de producción, comenzará a ser posible la tendencia a acumular un volumen de capital cada vez mayor.

Al mismo tiempo, cambiarán las ideas tradicionales sobre cómo debe distribuirse la riqueza y cómo esta riqueza ha de dirigirse a fines específicos. Ahora bien, es muy importante reconocer que esta nueva fase que inicia el capitalismo en el siglo XIX necesitó que coincidieran una serie de factores de diversa indole. Fue preciso que la agricultura se transformara mediante métodos más modernos de explotación, que las tierras se reorganizaran, que se construyeran grandes extensiones de cultivos especializados, que desapareciera una excesiva parcelación de los terrenos productivos. También fue sumamente importante el desarrollo de las poblaciones en cada país, ya que en este siglo aumentan los índices de natalidad, al tiempo que se reducen los de mortalidad (fenómeno que se denomina generalmente “presión demográfica”) Para que fuera posible una mayor agilidad en el traslado de las mercancías, de los hombres y de los capitales, resultaba apremiante mejorar las vías de comunicación y los sistemas de transporte. La evolución que se hizo notar en los complicados métodos del mundo de las finanzas, en cuanto a especialización y eficacia, constituyó otra apreciable aportación a este período de transformaciones radicales.

Cuando pensamos en la revolución industrial, evocamos fundamentalmente los primeros pasos del capitalismo liberal y del procedimiento de la iniciativa privada. La aristocracia y la gran burguesía terrateniente comenzaran a pensar que es más rentable ir dejando de invertir sus ahorros en la agricultura y comenzar la aventura de al inversión industrial. Al mismo tiempo, los comerciantes – que tanto habían prosperado con el auge del comercio exterior durante el siglo XVIII- se van convirtiendo en verdaderos grandes industriales cuando comprenden que el avance tecnológico proporciona nuevos medios de producción (maquinaria, útiles de trabajo mucho más eficaces) Podríamos decir que se abre una especie de corriente que ría de las industrias secundarias(viejas explotaciones del mundo manual) a las primarias (modernas explotaciones industriales que comienzan a alzarse alrededor de las grandes ciudades).
Los cambios sociales se irán produciendo también paralelamente al advenimiento y triunfo del capitalismo industrial. La acumulación de capitales y la industrialización movilizaron enormes contingentes humanos. Millares de hombres y mujeres trabajadores pagaron el precio de una nueva era de prosperidad y opulencia. Ellos fueron los protagonistas de los papeles más duros de esta etapa de la historia. Lanzados en grandes oleadas de emigración interior y exterior, padecieron los primeros tiempos del hacinamiento urbano, ocuparon las calles en lucha contra el paro ante las amenazas de la mecanización


Las nuevas relaciones de producción, que condenaban al trabajador a la total indefensión frente a los abusos de la patronal: la proletarización; la amenaza constante de las oscilaciones del mercado de trabajo, de la oferta y la demanda, fueron la estación Terminal a la que arribaban los antiguos siervos para convertirse en asalariados.

La degradación y el empobrecimiento de amplias masa de población, que conllevaba el desarrollo del capitalismo industrial, tuvo consecuencias económicas y sociales desfavorables para quienes no tenia más posibilidades de supervivencia que la venta de su fuerza de trabajo.

Todo el siglo XIX quedará marcado por un constante desencadenamiento de luchas obreras por el derecho al trabajo o la sindicalización legal. Corrientes de pensamiento político, filosófico y económico esbozarán entonces los primeros grandes proyectos de transformación global y radical de todo el conjunto social dominante.”


“Historia del mundo contemporáneo”- Gómez navarro y otros.

programa del curso plan 76 nocturno

Unidades Temáticas
1 - El Mundo Moderno
a)la transición del feudalismo al capitalismo.
La crisis feudal del siglo XIV: límites técnicos, espaciales e intelectuales.
crisis económica y social.
b)fundamentos del mundo moderno
El carácter de la vida económica y el panorama social hacia el siglo XVI en Europa.
Cambios en el pensamiento.Inovaciones tecnológicas y científicas. Las reformas religiosas.
c) el Estado Absolutista en el Occidente Europeo
Características generales. Su estructura. Proceso de formación y desarrollo. Su relación con los distintos sectores de la sociedad.
Un caso específico: Francia.
La política económica del período: el mercantilismo y su papel en la transición.

2- El ciclo de las Revoluciones Burguesas.

a) Las transformaciones socio-económicas del siglo XVII y XVIII. Las innovaciones científicas y los cambios sociales e ideológicos.
b) Las Nuevas Ideas El pensamiento político y económico
c) La revolución Inglesa. Su importancia y análisis panorámico
d) La revolución Francesa: de los Estados generales a la formación del Imperio Napoleónico.
Diferentes tendencias y proyectos políticos. Las formaciones y organizaciones revolucionarias
e) La revolución Industrial.
Cambios e innovaciones en la industria artesanal. La fábrica y las nuevas relaciones de trabajo. Áreas económicas en transformación, los transportes. Los cambios sociales.
El capitalismo concepto y caracterización.
3- Restauración y Revolución

a) El congreso de Viena: su plan político de restauración monárquica. El nuevo mapa europeo.
b) Liberalismo y nacionalismo concepto y breve referencia a las revoluciones liberales de 1820,30 y 48.
c) Sociedad e ideologías Socialismo concepto y caracterización. Utópicos, marxistas y anarquistas.

4- La era del Imperio en la segunda mitad del siglo XIX.

a) El desarrollo industrial y sus presiones. La concentración de capital y el desarrollo del capitalismo monopólico. La nueva organización del mercado mundial.
b) El movimiento obrero. Su organización y su papel en la construcción de la nueva sociedad.
c) Proceso de formación de los imperios. Formas de dominación y control. La formación del imperio británico. Justificaciones.

5- El siglo XX.

a) La primera Guerra Mundial. Razones y principales consecuencias del conflicto. La firma de los tratados de paz y sus consecuencias políticas ha mediado y largo plazo.
b) La Revolución Rusa. Alcance y significado del triunfo de la primera revolución socialista. El año 17 de febrero a octubre.
Del comunismo de guerra y la NEP hasta la formación del Estado Soviético.
c) El despertar del fascismo y la crisis de 1929.
Características generales de la década del 1930. Razones del fortalecimiento del autoritarismo y terrorismo del Estado Fascista.
d) La república Española. Alcance y significado.
e) Razones de la Segunda Guerra Mundial y sus principales consecuencias.